miércoles, 23 de diciembre de 2015

En defensa de un árbol

23 de diciembre de 2015

FLG


Como es conocido el árbol ha sido en muchas culturas un símbolo de la libertad y de la asamblea deliberante: De los árboles de la libertad plantados en parís en 1789, al Liberty Tree de Boston o al árbol de Guernica. Bajo la sombra de diversas especies arbóreas se juntaron los ciudadanos a deliberar en asambleas abiertas o a planear rebeliones.
Pues bien, hoy, una modesta y a la vez orgullosa morera de Tetuán se ha convertido en el símbolo de la lucha contra la brutalidad urbanística.
Se trata de una morera situada en el Paseo de la Dirección. Ya el año pasado este árbol se convirtió en un emblema que la Asociación Vecinal de Cuatro Caminos-Tetuán hizo suyo como símbolo de la resistencia del vecindario ante la brutalidad.
Porque de brutalidad se trata. Lo que caracteriza la operación del Paseo de la Dirección, no es sólo, aun siendo importante, el ensayo del gobierno municipal del Partido Popular de una gestión de los procesos públicos abandonada en manos de la empresa privada. Abandono no sólo de su “balance” económico, ignorante de las economías comunes, sino de aspectos tan importantes como la calidad urbana, olvidando los delicados equilibrios del tejido existente, el impacto sobre su entorno inmediato y no tan inmediato o la (endemoniada) gestión de los procesos de expropiación y desalojo No sólo. Es la brutalidad con que la empresa adjudicataria de este “concurso” de dejación del interés púbico actúa. Brutalidad en el diseño de la operación, en las aberrantes edificabilidades, en el maltrato de los bienes culturales (sensiblemente el viaje de agua del canal) de la topografía y el paisaje originales, de las especies arbóreas existentes (la propia morera) y en fin brutalidad en el tratamiento hacia las familias afectadas.
La asociación Vecinal de Cuatro Caminos-Tetuán nos ha mostrado recientemente en un reportaje gráfico cómo esta brutalidad se ha expresado también en las obras de urbanización. La brutalidad se ha extendido como un enjambre de furias desatadas a las propias obras, alzando barreras infranqueables entre el barrio y el parque colindante, levantando espantosos muros donde (todavía) mueren antiguas veredas y caminos que unían el parque al barrio, avasallando y arruinando los viajes de agua.
Las obras son además un caos organizativo que ha dejado la zona como un campo de batalla: pasarelas de acceso provisionales donde salvo los siempre flexibles y aventureros jóvenes , espanta aventurarse, paradas de autobús de ventura en las que si uno logra llegar arriesgando trayectos incomprensibles y mal señalizados, puede esperar el autobús en un lugar desolado, en la esperanza que la pericia del conductor haya logrado sortear las alambradas y que la buena suerte le evite ser arrollado por un automóvil. Trazados tortuosos de vallas tambaleantes sin indicaciones, que convierten en disciplina deportiva de riesgo la vida cotidiana de los vecinos, topografías que desaparecen de la noche a la mañana haciendo perder los hitos de orientación de los vecinos que ven caer de forma inmisericorde cualquier elemento arbóreo que haya tenido un significado simbólico en sus vidas.
Y mientras todo esto sucede, ¿Dónde están nuestros representantes de distrito, nuestra concejal? En las escasas oportunidades que este asunto ha podido discutirse, como ocurrió recientemente con motivo de la semana de la arquitectura, esta dejación ha pretendido sustentarse sobre los siempre socorridos argumentos de la situación heredada, las competencias de unos y otros (sólo los incompetentes se refugian en las competencias) con el erróneo argumento de que se pretende dejar que se contratista se estrelle… en nuestras espaldas.
Por eso este árbol, la morera que la AV ha tomado como divisa, no es sólo una bella y frágil imagen, es un símbolo de resistencia. De resistencia frente a la brutalidad y la dejación del interés público.

Salvad la morera.

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