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Como es conocido el árbol ha sido en muchas culturas un símbolo de la
libertad y de la asamblea deliberante: De los árboles de la libertad plantados
en parís en 1789, al Liberty Tree de Boston o al árbol de Guernica. Bajo la
sombra de diversas especies arbóreas se juntaron los ciudadanos a deliberar en
asambleas abiertas o a planear rebeliones.
Pues bien, hoy, una modesta y a la vez orgullosa morera de Tetuán se
ha convertido en el símbolo de la lucha contra la brutalidad urbanística.
Se trata de una morera situada en el Paseo de la Dirección. Ya el año
pasado este árbol se convirtió en un emblema que la Asociación Vecinal de Cuatro
Caminos-Tetuán hizo suyo como símbolo de la resistencia del vecindario ante la brutalidad.
Porque de brutalidad se trata. Lo que caracteriza la operación del
Paseo de la Dirección, no es sólo, aun siendo importante, el ensayo del
gobierno municipal del Partido Popular de una gestión de los procesos públicos
abandonada en manos de la empresa privada. Abandono no sólo de su “balance”
económico, ignorante de las economías comunes, sino de aspectos tan importantes
como la calidad urbana, olvidando los delicados equilibrios del tejido
existente, el impacto sobre su entorno inmediato y no tan inmediato o la
(endemoniada) gestión de los procesos de expropiación y desalojo No sólo. Es la
brutalidad con que la empresa
adjudicataria de este “concurso” de dejación del interés púbico actúa.
Brutalidad en el diseño de la operación, en las aberrantes edificabilidades, en
el maltrato de los bienes culturales (sensiblemente el viaje de agua del canal)
de la topografía y el paisaje originales, de las especies arbóreas existentes
(la propia morera) y en fin brutalidad en el tratamiento hacia las familias
afectadas.
La asociación Vecinal de Cuatro Caminos-Tetuán nos ha mostrado recientemente en
un reportaje gráfico cómo esta brutalidad se ha expresado también en las obras
de urbanización. La brutalidad se ha
extendido como un enjambre de furias desatadas a las propias obras, alzando
barreras infranqueables entre el barrio y el parque colindante, levantando
espantosos muros donde (todavía) mueren antiguas veredas y caminos que unían el
parque al barrio, avasallando y arruinando los viajes de agua.
Las obras son además un caos organizativo que ha dejado la zona como
un campo de batalla: pasarelas de acceso provisionales donde salvo los siempre
flexibles y aventureros jóvenes , espanta aventurarse, paradas de autobús de
ventura en las que si uno logra llegar arriesgando trayectos incomprensibles y
mal señalizados, puede esperar el autobús en un lugar desolado, en la esperanza
que la pericia del conductor haya logrado sortear las alambradas y que la buena
suerte le evite ser arrollado por un automóvil. Trazados tortuosos de vallas tambaleantes
sin indicaciones, que convierten en disciplina deportiva de riesgo la vida
cotidiana de los vecinos, topografías que desaparecen de la noche a la mañana haciendo
perder los hitos de orientación de los vecinos que ven caer de forma
inmisericorde cualquier elemento arbóreo que haya tenido un significado simbólico
en sus vidas.
Y mientras todo esto sucede, ¿Dónde están nuestros representantes de distrito,
nuestra concejal? En las escasas oportunidades que este asunto ha podido discutirse,
como ocurrió recientemente con motivo de la semana de la arquitectura, esta
dejación ha pretendido sustentarse sobre los siempre socorridos argumentos de
la situación heredada, las competencias de unos y otros (sólo los incompetentes
se refugian en las competencias) con el erróneo argumento de que se pretende
dejar que se contratista se estrelle… en nuestras espaldas.
Por eso este árbol, la morera que la AV ha tomado como divisa, no es
sólo una bella y frágil imagen, es un símbolo de resistencia. De resistencia frente
a la brutalidad y la dejación del interés público.
Salvad la morera.
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