ONCE ASESINATOS DESDE 2004
El asesinato de un antiguo pandillero en el 'pequeño Caribe' ha vuelto a poner en el foco a la comunidad latina. Piden programas sociales y que no se señale a todo el colectivo
Velatorio en el lugar donde murió el pasado domingo Alexander Del Villar. (D.B.)
Carmen Míguez, en su balcón frente a una de las plazas más conflictivas del barrio Bellas Vistas. (D.B.)
Un velatorio con más de un centenar de llamas encendidas día y noche en plena calle ha vuelto a recordar que si hay un lugar particularmente sensible a la violencia entre bandas latinas es el barrio de Bellas Vistas de Madrid, conocido como el ‘pequeño Caribe’. Un entorno habitualmente tranquilo sobre el que no obstante pesa la inquietud de muchos vecinos. ¿Hasta qué punto están asentadas en sus calles las bandas latinas? ¿Hay riesgo de que escale la violencia o, como asegura la Policía Nacional, no hay motivo para la alarma?
El último suceso en reavivar el temor ha sido el asesinato de Alexander del Villar, alias 'Velo Velo', de 24 años, en la madrugada del pasado domingo a la salida de un bar de copas. Le descerrajaron ocho disparos, dos de los cuales le alcanzaron el tórax y un muslo. Murió en la calle, sobre el asfalto que estos días han cubierto las velas, las botellas de ron y los mensajes de luto de sus allegados. Fuentes policiales confirmaron que esta vez no se trató de un conflicto entre bandas, sino de una disputa aislada entre dos grupos de jóvenes dominicanos que se inició en la discoteca Boite Center y se resolvió ya con las primeras luces del alba en el ‘after hours’ Azucar Drink Billar. Sin embargo, el uso de armas de fuego y la acumulación de reyertas en los últimos meses ha hecho saltar las alarmas, especialmente entre la propia comunidad dominicana, demasiado habituada ya a estos baños de sangre que cíclicamente los ponen en el punto de mira de la opinión pública.
Interior de la disco latina Deluxe High Class, con apenas unos clientes. (D.B.)
"Hay que esperar a que pasen estos días de tensión, no nos queda otra. Los clientes están preocupados, nadie quiere verse en medio de una de estas porque las balas no van dirigidas, le pueden tocar a cualquiera", afirma compungido Tomás Ramírez, dueño de la disco Deluxe High Class, a escasos 100 metros del lugar donde murió Velo Velo. Es ya de noche y apenas cuatro clientes toman cerveza en los sofás de un rincón del local, mientras otros dos se apostan con gesto taciturno en la barra. El ambiente es sombrío. "Esto nos afecta a todos, a nivel personal y también en nuestro negocio", admite Ramírez.
La comunidad dominicana del ‘pequeño Caribe’ insiste en que ellos son las principales víctimas de la violencia y de la presencia de bandas latinas. Porque genera rechazo y malas caras de sus vecinos españoles y porque afecta de lleno a sus jóvenes, hijos de amigos o familiares directos, que al llegar a la adolescencia se convierten en pandilleros. "Necesitamos que los servicios sociales y las instituciones se vuelquen en ayudar a estos muchachos para que encuentren una alternativa a estar en la calle. Desde que los presupuestos para asuntos sociales se redujeron por la crisis, hemos visto que hay más chicos en las calles, sin nada que hacer, en riesgo de caer en pandillas. Es una responsabilidad primero de las familias, pero también de todas las instituciones", reflexiona Norberto Azor, gestor cultural y una de las voces más respetadas dentro de la comunidad dominicana.
Norberto Azor y Raquel, en la barra del bar Caracol, contiguo al lugar del asesinato. (D.B.)
"Yo ya tenía abierto pero cuando vi la pelea y escuché los disparos bajé la persiana y me escondí. No quise ver más", afirma Raquel, dueña del bar Caracol, una típica taberna de café y desayuno en el edificio contiguo al Azucar Drink Billar donde se produjo el último asesinato. "Para nosotros esto también es un muy grave, en mi país no se conocen estos grupos. Eso lo aprenden aquí", prosigue la mujer, que lleva varios días viendo cómo decenas de jóvenes se paran, ponen velas, sollozan o hacen guardia en el improvisado velatorio frente a su bar.
"Necesitamos que los servicios sociales se vuelquen en ayudar a estos muchachos para que encuentren una alternativa a la calle"
Una chica y un veterano miembro de la comunidad dominicana hacen guardia en el momento de la visita. Braman contra las mentiras que, según ellos, se han vertido sobre el fallecido en la prensa en los últimos días. Insisten en que hace años que dejó de ser un pandillero en activo (llegó a ser un destacado "trinitario", involucrado en la muerte de un joven rival en 2009) y que había rehecho su vida tras tener un hijo. Al margen de eso, confirman la máxima: cada vez hay más jóvenes latinos desmadrados. "Esto es cosa de cuatro chamacos que suben asalvajados, pero lo estamos pagando todos. Es difícil hacer algo, porque si no escuchan ni a sus padres, menos nos van a escuchar a nosotros, por mucho que seamos los veteranos", dice la joven, mientras la música latina ambienta la estampa lúgubre sobre la acera de la calle Topete.
Mensajes, fotos y botellas de ron junto a las velas en la calle Topete de Madrid. (D.B.)
Fachada del Azucar Drink Billar, lugar donde se gestó el asesinato de Alexander del Villar. (D.B.)
Carmen Míguez, de la Asociación Vecinal Cuatro Caminos-Tetuán, lleva muchos años asistiendo a estos estallidos de violencia entre la comunidad latina. "No diría que estamos peor que hace 10 años, pero tampoco veo que nada esté mejorando. Sigue habiendo asesinatos y gente armada en la calle y cada vez más hombres sin hacer nada en las calles, sobre todo chicos jóvenes", confirma Míguez, que vive precisamente sobre uno de los principales focos de malestar de todo el barrio, la plaza del Poeta Leopoldo de Luis. "Esos chicos cuando terminan el instituto, ¿qué hacen? Hay que seguir teniendo educadores de calle, espacios para que se integren, programas hechos para que puedan encontrar un trabajo y olvidarse de las bandas. Porque es ahora cuando los que llegaron de niños a España son adolescentes, y ni quieren estudiar ni tampoco les es sencillo encontrar un trabajo, porque no están cualificados y además son latinos. Todo se junta y provoca lo que estamos viviendo".
Silencio entre dominicanos
Otro problema a la hora de atajar el aumento de pandilleros es la ‘omertá’ que reina en la comunidad dominicana. Nadie quiere posicionarse por temor a decir algo que ofenda a una de las dos bandas que, actualmente, reinan en Madrid: los Dominican Don’t Play (DDP) y los Trinitarios, este último grupo mayoritario y del que el reciente asesinado fue miembro activo en el pasado, hasta la condena de cárcel en 2009 por participar en la muerte de un miembro de 17 años del DDP, también a las puertas de una discoteca. Desde 2004, ha habido 11 asesinatos por la violencia entre bandas, una cifra menor pero que se ve salpicada por las trifulcas con machetes y cuchillos entre ellos, mucho más frecuentes.
"Los dos grupos visten igual, no se distinguen por una ideología ni hay nada que permita identificarlos. Solo se diferencian por usar señas distintas que solo ellos conocen. Por eso la gente nunca sabe si este muchacho es de esta banda o de la otra y prefiere ser prudente y no opinar de más", reconoce Azor. Ramírez, dueño del Deluxe, secunda esa sensación: "No queda otra opción que mantenerse al margen. No se gana nada hablando, pero tampoco es bueno quedarse callado. La gente no sabe qué es lo mejor que puede hacer con este tema".
"Los dos grupos visten igual, nada permite distinguirlos", por eso la gente "prefiere ser prudente" y no opinar
Los asesinatos cíclicos no ayudan precisamente a terminar con el estigma y revalorizar el 'pequeño Caribe'. Agentes inmobiliarios aseguran que es casi imposible vender viviendas en el entramado de calles de mayoría latina, y hasta los alquileres se ven sacudidos por la proliferación de pisos realquilados ilegalmente o llenos de camas calientes. "Necesitamos un plan integral que rompa la sensación de gueto que se está creando", considera Antonio Ortiz, vicepresidente de la AAVV Cuatro Caminos-Tetuán. "Porque un bar de copas no es malo, el problema es cuando una zona tan pequeña se convierte en un monocultivo de bares. Eso provoca problemas de alcohol, ruidos y peleas y hace que los comercios se vayan a otras calles, creando una brecha entre comunidades".
Los empresarios dominicanos del 'pequeño Caribe' esperan que este fin de semana, el primero tras el asesinato de Velo Velo, sea tenso, lleno de agentes de policía y clientes con temor a dejarse ver en los locales por si hay represalias. Como resume Azor, "esto pasará y volverá la tranquilidad al barrio. Lo que me preocupa es que nos sigan marcando a los dominicanos como violentos, ese racismo de mucha gente de meternos a todo en el mismo saco, cuando casi todos pagamos nuestros impuestos y cumplimos las leyes. Pero nosotros tampoco debemos tapar el problema, porque lo único que conseguimos así es que se estanque. La solución tiene que venir de la propia embajada de la República Dominicana y de las instituciones españolas, ver las razones de estos chicos para ser violentos y darle la vuelta".
Fuente: El Confidencial
No hay comentarios:
Publicar un comentario