Dejar de alisarse el pelo, recuperar el cabello afro natural y romper así con los cánones de belleza impuestos por el colonialismo es un proceso profundamente político que millones de mujeres negras están viviendo alrededor del mundo. Hablamos con Desirée Bela-Lobedde Boleche, una de las activistas del movimiento #Gonatural en el Estado español.
El cabello de las mujeres es una cuestión política. ¿Qué nos dice la sociedad que es bello? Si miras las revistas, la televisión, hay un consenso que establece que lo bello es el pelo liso. Y tienes niñas creciendo creyéndose eso. Por eso escribo sobre el pelo, porque es una cuestión que quiero cambiar” (Chimamanda Ngozie Adichie)
Cossío
Una niña de apenas seis años juega bajo el abrasador sol sierraleonés. Como muchas de las mujeres adultas que le rodean, luce una peluca de pelo liso y sedoso. En Barcelona, una mujer española negra imparte un taller sobre el significado de dejar de desrizarse el pelo, recuperar su naturaleza afro, reconstruir su identidad a través de lo que, aparentemente, sólo es una decisión estética. A ambas les separan miles de kilómetros, les une cinco siglos de opresión colonial.
La primera vez que Desirée Bela-Lobedde Boleche acudió a una peluquería para alisarse el cabello tenía 15 años. La llevó su madre que, como su padre, llegaron a Catalunya siendo españoles procedentes de Guinea Ecuatorial -cuando aún era una colonia-. Desde entonces, cada tres meses y durante 20 años, se aplicó los agresivos tratamientos desrizantes que requieren los cabellos afro para deshacerse de su forma y textura naturales. Hasta que fue madre y se cuestionó cómo iba a educar a sus hijas en el orgullo hacia su identidad afrodescendiente si ella misma la borraba. Entonces inició un proceso de transición que hunde sus raíces en los movimientos por los derechos civiles de los años 60 en Estados Unidos y que, desde hace una década, vive un nuevo auge entre la población negra de numerosos países.
La negritud es bella
Las potencias coloniales impusieron sus cánones de belleza a través de sus elites blancas en los países africanos ocupados: la blanquitud, el cabello liso, la delgadez e, incluso, el uso de pelucas, que obligaban a llevar también a sus esclavas en el trabajo doméstico. Con el secuestro y tráfico de personas entre las colonias, esta imposición se importó, obligando incluso a las personas esclavizadas a cubrir sus cabellos en las plantaciones, como ocurrió en Estados Unidos. No fue hasta finales del siglo XIX cuando C. J. Walker, una mujer afrodescendiente liberada, puso en marcha la primera gran empresa de productos de alisado. Una vía para la asimilación que buscaba huir de una serie de prejuicios contra el pelo afro que lo identificaban con lo informal, lo pobre, lo sucio, lo indomable, la otredad. Surgiría así una industria que no ha parado de crecer desde entonces. Según una estimación de la revista Cosmopolitan, en Reino Unido, por ejemplo, el 80 por ciento de los 5,25 billones de libras que gastaba su población en productos capilares en 2013 provenía de las mujeres negras.
Fue con la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos en los años 60 y, especialmente, con movimientos como los Panteras Negra, Black is Beautiful, Black Power y el feminismo negro -promovido, entre otras, por Angela Davis–, cuando lucir natural el pelo afro y dejar de aclararse el rostro con cremas blanqueadoras adquirieron una significación política. Una cuestión que cuenta con un nuevo auge en este siglo a través de movimientos como el inicialmente estadounidense #GoNatural, que se ha extendido entre las comunidades afro de todo el mundo.
“Crecí siendo la única niña negra en la mayoría de los espacios de un pueblo a 50 kilómetros de Barcelona donde sólo había cinco familias negras, todas procedentes de Guinea Ecuatorial. Criarte en un entorno de total blanquitud, rodeada de los estereotipos y prejuicios sobre la negritud, conlleva que termines asumiéndolos porque no hay ningún contraargumento con el que puedas contestarlos”, nos explica Desirée, quien maduró teniendo que aguantar las risas con las que acompañaban las canciones del Cola Cao, de los conguitos o del ‘¿Qué será lo que tiene el negro?’; los insultos de “negra de mierda, vete a tu país”: o que muchos extraños le sigan preguntando de dónde es antes que su nombre: “Lo peor es que te oigan hablar como ellos y se empeñen en que tengo que ser de otro sitio: cubana, dominicana…”, lamenta.
Sin embargo, nada de esto le hizo presagiar el camino que iba a recorrer cuando abrió un blog para compartir su proceso de transición al pelo afro. “Yo empecé dando consejos sobre cómo cuidar el cabello, cómo peinarlo, pero según vivía mi transformación y me iban llegando comentarios de otras mujeres agradeciéndome el proceso de empoderamiento que les acarreaba recuperar su cabello natural, cómo ahondaban en sus raíces mientras se iban cortando poco a poco lo alisado mientras les crecía el rizo; o cómo se enfrentaban a las reacciones de la gente cuando se daban el gran corte, es decir, cortar todo lo alisado, cómo terminé haciendo yo y dejarme apenas un centímetro de pelo… Me di cuenta de que estaba haciendo un activismo estético dirigido a descolonizar nuestros cuerpos de mujeres negras, identificar el racismo que subyace en los cánones que nos habían impuesto, y resignificar nuestra identidad”, explica con su desbordante y alegre energía antes de impartir uno de sus talleres organizados en Barcelona por la Xarxa Antirumours.
“ME DI CUENTA DE QUE ESTABA HACIENDO UN ACTIVISMO ESTÉTICO DIRIGIDO A DESCOLONIZAR NUESTROS CUERPOS DE MUJERES NEGRAS, IDENTIFICAR EL RACISMO QUE SUBYACE EN LOS CÁNONES QUE NOS HABÍAN IMPUESTO, Y RESIGNIFICAR NUESTRA IDENTIDAD”
Una de las personas que más se opuso a la decisión de Desirée Bela-Lobedde fue precisamente su madre, por las connotaciones negativas que había interiorizado sobre su propia cabellera. Pero, gracias a que su hija le pedía ayuda para aprender a peinarse, ella también decidió recuperar su cabello natural a las puertas de la tercera edad. En países latinoamericanos como Brasil o Colombia, la lucha de la población afro contra las políticas racistas y clasistas que sigue sufriendo vive un momento de mayor esplendor: si siendo mujer y negra acceder a determinados puestos supone una carrera de obstáculos, hacerlo con el cabello natural supone encontrar una nueva barrera. Como ejemplo, Mabel Lara, famosa presentadora afrodescendiente de las noticias del colombiano Canal Uno, que explica así en su cuenta de Instagram por qué recupera ahora su pelo natural: “Después de casi 15 años de estar en pantalla por fin pude salir con mi pelo crespo o mi afro. Durante toda mi vida he batallado con el estereotipo de la mujer que se alisa; he pasado por planchas y me he expuesto a tratamientos químicos para ‘verme mejor en pantalla’. Para las mujeres en general el pelo es un símbolo de poder y aquellas que tenemos afro, crespos, somos negras o mestizas hemos estado expuestas a escuchar que nuestro pelo es malo, feo, sucio e inmanejable. Quiero tener la libertad de verme como yo quiera, desde mi feminidad y gracias a la complicidad de mi directora, Cecilia Orozco, hoy dimos ese paso, sin prejuicios, libres, poderosas, nosotras. Gracias por motivar el cambio… No sé si sea para siempre, pero hoy me hace sentir segura, fuerte y definitivamente YO. Crespas, lisas, con afro, calvas, con pelucas, rubias, rojizas: dueñas de nosotras”.
En República Dominicana, una de las blogueras en habla hispana más popular, Carolina Contreras –conocida como Miss Rizos-, terminó abriendo su propio salón de belleza porque en muchos ni siquiera atendían a las mujeres con pelo afro. En Sudáfrica, Zulaikha Patel, una niña de 13 años, adquirió notoriedad mundial en 2016 después de iniciar una campaña contra su colegio por la negativa de algunos de sus profesores a admitirle en clase si no se alisaba un cabello que consideraban “desaseado e inapropiado”.
En Cuba, en cambio, “el cabello natural, afro, no es símbolo de un posicionamiento político”, nos explica la psicóloga y periodista Sandra Álvarez, autora del blog ‘Negra cubana tenía que ser’. De hecho, a lo largo de los años ha entendido que en este país existe una tradición muy fuerte de desrizarse el cabello ya que apenas hay personas con el pelo afro: “Ya no establezco una dependencia entre el cabello rizado y la lucha antirracista, porque además me parece una trampa ya que sólo se nos pide a las personas negras. A una blanca, verde o azul no se le va a cuestionar su identidad racial si se riza el cabello”, añado.
En los años 70, recuerda que hubo intelectuales en Cuba que usaron el cabello afro, llamado espendru, siguiendo el movimiento de los Panteras Negras y la reivindicación de los derechos civiles en Estados Unidos. “Pero no sé si lo entendían como un símbolo político como hoy se le conoce”, matiza. En cualquier caso, subraya, que “el cabello afro no hace que una persona sea más o menos activista. Además hoy, también es una moda, un aspecto estético”.
Cualquiera que se dé una vuelta por los institutos de educación secundaria españoles puede comprobar cómo ahora, entre las adolescentes negras, es habitual que lleven el pelo afro, “algo impensable en mi época, yo ni siquiera contemplaba esa posibilidad”, explica Desirée. A lo que sí se siguen enfrentando estas jóvenes es a la hipersexualización y la exotización de sus cuerpos, como explica en primera persona la actriz y dramaturga Silvia Albert en su obra teatral ‘No es país para negras’, y que recuerda con horror Desirée: “A partir de los 18, 20 años, los tíos empezaron a acercárseme en la discoteca para decirme verdaderas burradas como ‘¿es verdad que las negras….?’ o ‘nunca he estado con una chica como tú’, ‘como yo, ¿cómo?’, respondía, ‘ya sabes, morenita, negrita…’”, recuerda.
Amenazas por su activismo
El hecho de que la reivindicación del pelo afro conlleve una lucha política descolonial y antirracista se evidencia también por la virulencia de las respuestas que, a veces, ha suscitado. Desirée lo ha vivido en primera persona. En 2015, empezó a recibir comentarios racistas en su canal de Youtube, que reportaba a la plataforma para que fueran eliminados, siguiendo así con su normativa que prohíbe aquellos que promueven el odio hacia colectivos por cuestiones raciales. Pero la empresa de vídeos considera que comentarios como “qué asco das negra de mierda. Qué coño vas a ser tú de España. Tú eres una puta africana de mierda. De aquí sobras” no incumplen sus códigos. Asqueada por la impunidad, Desirée lo compartió en sus redes sociales y la Red Española de la Inmigración denunció ante el Defensor del Pueblo los hechos.
Sin embargo, no ha sido el peor ataque que ha sufrido por su activismo. En 2017, fue amenazada de muerte dos veces, lo que, sumado a una campaña de desprestigio por parte de ciertas personas que le criticaban cobrar por la asistencia a una de sus conferencias, le generó ataques de ansiedad y decidió apartarse un tiempo de las redes sociales.
Espacios donde hacer amigas
Desirée no tenía apenas amigas negras hasta que comenzó con su blog. Trabajadora de la administración pública en su pueblo, no contaba en su contexto con espacios donde poder coincidir con otras afrodescendientes. Con su conversión en activista y con la expansión que está viviendo el movimiento de población racializada, especialmente en Catalunya, ha tenido la suerte, no sólo de conocer a más mujeres afrodescendientes, sino también, como subraya, a moras o gitanas. “Eso me ha enriquecido muchísimo. Estamos aquí, somos de aquí, tenemos que tener voz y se nos tiene que ver. Ya era hora”, afirma.
Integrantes de estos movimientos, como el Black Barcelona, saben bien por qué muchas mujeres lloran cuando se dan el gran corte: están dejando atrás unos mechones atravesados por siglos de esclavitud, expolio y racismo.
Desirée Bela-Lobedde Boleche acaba de publicar el libro Ser mujer negra en España, con la editorial Plan B.
Por Patricia Simón
Fuente: La Ciudad de las diosas
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