domingo, 14 de julio de 2024

¿Por qué la calle Infanta Mercedes marca el límite entre las dos realidades de Tetuán?

Todo el mundo sabe que Tetuán responde a dos realidades sociales, económicas y físicas totalmente diferenciadas y contrastadas, que separa la calle Infanta Mercedes. Pero, ¿alguna vez has pensado por qué esa calle y no otra marca el límite socioeconómico? ¿Es una casualidad ese contraste?


En realidad, es el resultado de un experimento social planificado, orquestado y ejecutado desde el poder del momento, y con un nombre propio como cerebro de toda la operación: Pedro Bidagor.

Poco después de acabar la Guerra, el régimen franquista encarga al arquitecto Bidagor que piense a lo grande el futuro del Madrid de los vencedores, bajo las premisas del falangismo, corriente entonces imperante.

Bidagor imagina y ejecuta un Gran Madrid que anexiona a la mayoría de los pueblos que rodeaban la capital, entre ellos Fuencarral, Barajas, Hortaleza o también Chamartín de la Rosa, del que formaba parte la barriada de Tetuán. Su plan, entre otras cosas, contempla a la ciudad como un organismo, como un cuerpo humano en el que cada órgano (barrio) tiene una función concreta, los brazos, el corazón, la cabeza... Y partiendo de esa idea, no solo segrega usos, sino también clases sociales. 

Uno de los encargos de Bidagor fue diseñar la ampliación de la Castellana, a mayor gloria del nacionalismo del momento, y que pasaría a llamarse Avenida del Generalísimo. Pero, ¿qué tiene que ver eso con Tetuán?

Pues que esa ampliación no se limitaba a la simbólica avenida, sino que definió una amplia porción de terreno para reordenar los barrios que rodeaban a la avenida triunfal. Y el límite de ese sector hacia el oeste fue, precisamente, Infanta Mercedes.

Básicamente todo lo que ocurre al este de esa calle es heredero del plan de Bidagor. Junto a la Castellana, define unas amplias manzanas cerradas, a la manera de los prestigiosos ensanches del XIX, y explicita que esa será la zona de "viviendas señoriales". Más cerca del limite oeste, reserva un polígono de bloques más abiertos y pequeños y los asigna a su vez a la "Clase Media". Ahí planifica también una iglesia, que tomaría el nombre de Santa María Micaela.

La idea del arquitecto es llevar la segregación de clases a su máxima expresión, ya que la función de esa franja de "clase media" no es otra que servir de colchón para que las clases aventajadas del franquismo no tengan contacto directo con la barriada "pobre", con el Tetuán antiguo hacia el oeste de Infanta Mercedes, y aislarlos así de forma efectiva.

Bidagor dibuja también en su plan el bulevar de General Perón coronado por el flamante nuevo estadio del Real Madrid, una avenida que, sobre el papel, llegaría en su trazado hasta Bravo Murillo y, además, planifica la apertura de Sor Ángela de la Cruz. 

Avenidas y barrios que se construirían en las siguientes décadas a base de expropiaciones a precios vergonzosos, desplazando población y destruyendo el barrio popular existente que se extendía desde hacía décadas hacia la zona que hoy es Cuzco y fue sistemáticamente demolido.

En la dirección norte-sur, Bidagor pinta un eje que llama "Centro Comercial", con comercios, instalaciones de ocio y atracciones de todo tipo. La primera de esas manzanas (la manzana "A") se llegaría a ejecutar una década después bajo el nombre de AZCA, un acrónimo de "Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida del Generalísimo". Hacia el norte, el resto del eje pensado para continuar el uso comercial (las manzanas, B, C y D) perdería su uso original cuando llegó la hora de construir, y pasaría entonces a ser residencial. Pero lo que sí queda del plan primitivo es la huella de sus jardines a lo largo de la que se dio en llamar Avenida del Brasil.

Otros aspectos tampoco fueron como quería Bidagor. Su plan era paternalista, segregador y rígido, pero planteaba evitar la especulación, al controlarlo y monitorizarlo todo el Estado. No obstante, la gran mayoría del plan se iba a ejecutar décadas después, todavía bajo el franquismo, pero en otra época muy distinta, marcada por el desarrollismo económico. Además, Bidagor tenía en mente un estilo muy concreto, neoherreriano, basado en el Escorial, para las arquitecturas imperiales que planteaba, empezando por un AZCA compuesta por rascacielos escurialenses. También su zona de vivienda señorial estaría impregnada de las arquitecturas del glorioso pasado español.

Todo eso se fue al garete, ya que, en los 60 y en los 70, los reyes absolutos eran las inmobiliarias, la construcción en ladrillo visto al gusto de la burguesía del momento, el beneficio rápido y la búsqueda de más metros cuadrados. Aunque el aspecto de esas viviendas no fuese tan señorial como buscaba Bidagor, sí se mantuvo la segregación de clases planificada, con el acceso de las clases más pudientes a las manzanas cercanas a Generalísimo y reservándose la zona llamada a ser de la "clase media" para colectivos estatales como policías, militares y otros funcionarios.

Al otro lado de Infanta Mercedes, continuó vivo el barrio popular allá donde se detuvo la piqueta, tras varias décadas de expropiaciones y derribos. Sor Ángela de la Cruz sí logró el objetivo de Bidagor de llegar hasta Bravo Murillo, pero General Perón no lo consiguió, aunque hay una hilera de promociones en la calle de Bruno Ayllón, construida a finales de los 70, que sí dejó preparadas sus fachadas, mirando a un patio interior y a las medianeras de otros edificios. Unas fachadas que estaban pensadas para dar directamente a la calle en el momento en el que se terminase de ejecutar el plan y demoliesen todos sus edificios vecinos de manzana, menos esa promoción, que quedaba fuera de la línea de la piqueta. La demolición nunca tuvo lugar y sus balcones quedaron irónicamente encajonados para siempre, y ocultos a la vista de los viandantes.

Pedro Bidagor era plenamente consciente de lo anacrónico de sus planteamientos, pero los ejecutó por subirse a la ola del poder. Y lo sabemos porque sus argumentos quedaron recogidos en 1951 en la Revista Nacional de Arquitectura, que transcribió un debate con otros compañeros arquitectos de su época, los cuales le recriminaban su visión obsoleta del urbanismo. Ante ellos, Bidagor aceptó parte de los cargos y confesó que lo planificó así porque era lo que se iba a aceptar desde la élite del régimen: "En España, todo lo nuevo es sospechoso", sentenciaba entonces, reconociendo acto seguido que hubiesen sido deseables planteamientos más modernos y con "formas arquitectónicas de acuerdo con la evolución que todos deseamos".

El proyecto de Bidagor para la Castellana y sus barrios cercanos, incluido el este de Tetuán.

Diseño original planificado para AZCA, con estética neoherreriana.

Foto de la maqueta, recogida en la Revista Nacional de Arquitectura número 116, 1951. En ella se ve el barrio de bloques semiabiertos dedicado a la "Clase media" con la plaza de San Amaro y Santa María Micaela en el centro. A la derecha, la Avenida del Brasil y en la zona baja, en perpendicular, General Perón.

Fachadas pensadas para dar a la calle una vez que se demoliese todo a su alrededor y que se quedaron mirando al patio interior al no continuarse General Perón hasta Bravo Murillo.




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