sábado, 17 de enero de 2015

Entrevista a Ramón Ferrer Prada: Un hombre entre mujeres

FOTO: Julia GAS

Esta vez Mujeres en Tetuán, se acerca a Ramón Ferrer Prada, sociólogo, trabajador a tiempo parcial en Radio Almenara y vecino de Tetuán. Ha trabajado con mujeres y sus hijas e hijos  que han sufrido violencia de género y nos interesa saber la opinión de un hombre en las cuestiones de género, patriarcado, construcción de la identidad masculina, aspectos que afectan de forma directa en la convivencia entre hombres y mujeres en igualdad de condiciones.

1. ¿Cuál ha sido tu experiencia, profesional y personal al trabajar con mujeres que han padecido violencia de género? ¿Destacarías algo especialmente?

Estuve cinco años acompañando a familias que habían vivido en primera persona la lacra de la VdG. Formaba parte de un equipo interdisciplinar en un dispositivo de la CAM. En nuestro caso, la misión principal era ofrecer un recurso de alojamiento que incorporaba servicios específicos destinados a fomentar la adquisición de habilidades personales, psicológicas y sociales. Nuestra acción  se encaminaba a la autonomía de ellas, y también a la mejora y/o recuperación de dinámicas familiares basadas en la confianza y en el amor. Yo llevaba una línea de intervención muy especial, la de las niñas y los niños, hijas e hijos de esta violencia. Compusimos un enfoque que mezclaba la animación sociocultural, la psicopedagogía, la educación popular, nos gustaba mucho un autor, Barudy, que pone el énfasis en la resiliencia. Lamento la escasez de recursos para éste área, y en general para este colectivo. Aun así, creo que hemos sido pioneras en cuanto a este tipo de intervención en este tipo de recursos.

Foto: Julia GAS

Me gustaría destacar la fuerza, la alegría, en definitiva el poder de algunas de las mujeres que se atrevieron a pensarse en otro lugar, un lugar en el que pudieran ser mujeres liberadas de relaciones afectivas violentas. Esto implicaba un proceso  muy duro en el que redefinirse; los lugares que ocupaban en la familia antes y después de la vivencia del maltrato no tenían nada que ver. Me explico, vivir en situaciones de violencia que provienen de tu compañero sentimental, supone no estar segura de poder mantener tu integridad física o psicológica, tampoco la de tus hijas o hijos, esto conlleva momentos de gran tristeza, incomprensión, sentimientos de culpa, vergüenza, y por supuesto: de muerte. Creo que todas ellas, al alcanzar el recurso en el que yo trabajaba tenían bastante claro que lo que les había pasado no era normal ni deseable para nadie. En ese sentido, optar por un proceso, siempre doloroso, de mirar hacia atrás, y reconocerse fuertes como para empezar de nuevo es algo que me impresionaba.

Y por supuesto, destaco a las niñas y a los niños, su capacidad de adaptación, su alegría. El otro día, recordando uno de los casos, seguía sorprendiéndome de la capacidad que tenían para superar determinadas vivencias. Siendo franco, reconozco que las chavalas y chavales, en muchos casos, incorporaban mucho más rápido dinámicas y comportamientos alejados de la violencia que sus propias madres, eran en muchos casos motores de cambio.

2.  La formación en violencia de género es necesaria, pero quizás se necesite algo más que formación académica, si ésta no va acompañada de una transformación ética, teniendo interiorizado principios políticos e ideológicos, como la igualdad y la justicia social. ¿En tu experiencia qué te has encontrado en este sentido?

Ciertamente los cambios en los paradigmas sociales y culturales van por delante de las instituciones que luego dictan las políticas. La lucha, la denuncia pública de la violencia de género vino mucho antes que el establecimiento de recursos estatales o de las administraciones públicas. Y seguramente, parte de la complejidad a la hora de entender e intervenir en este tipo de dinámicas sociales se quedó por el camino. Cómo proclamamos incansablemente: “la revolución será feminista, o no será”, ciertamente el aparataje institucional no puede ser movimiento. Quiero decir, comprobé que esta administración, pese a tener la encomienda social de actuar contra este tipo de violencia, la reproducía, incluso la volvía más sutil y más compleja de resolver.

3.  ¿Qué crees que le pasa a un hombre para infringir tanto sufrimiento a una mujer, llegar a matarla y luego quitarse la vida? Este último detalle da qué pensar.

Dicen que los hombres para serlo debemos ser fuertes. Esta exigencia, a tiempo completo, este no reconocimiento de la fragilidad que tenemos como personas, es ya un elemento que distorsiona la forma de construir nuestra masculinidad. Si encima, para tratar de alcanzar esa imagen de fortaleza, de virilidad, llegamos a utilizar la agresividad, tenemos un cóctel peligroso. Otro elemento: si ser hombre supone “tener” una mujer, o “tener” una familia, de nuestra propiedad, la amenaza de pérdida de ésta, puede llevar a una utilización de la violencia. Los países aún nos disponen, principalmente a los hombres para la guerra, para proteger el territorio o determinados recursos. Hay una ideología hegemónica que considera que los hombres pueden permitirse hacer la guerra en su propio hogar, consideran que están perdiendo algo que sienten que es suyo.

Lo de quitarse la vida después... Los hombres que maltratan no son marcianos, creo que un enfoque de carácter psicológico que restrinja en exceso a estas personas no nos va a ayudar a entender que la violencia de género forma parte de una dinámica social muy extendida y muy introyectada, difícil de admitir, difícil de contrarrestar si permanece oculta, o si el diagnóstico que promulgamos individualiza las situaciones.

4. Se necesitan muchos programas para mujeres maltratadas, marcos contextuales que sigan potenciando la conciencia para saber identificar el maltrato, desterrar los mitos del amor romántico, pero aún asi se echa en falta programas educativos para niños, adolescentes chicos, hombres,  que empezando desde la escuela y desde otras instancias, familiares, sociales, profesionales etc, transmitan a los hombres o a los futuros hombres los valores de la igualdad y el entendimiento de que las mujeres no pueden ser objeto de un trato desigual ¿Qué opinión te merece esto?

Estoy completamente de acuerdo con esta necesidad. Sin embargo, este trabajo que planteas supone replantearse la masculinidad, y éste no es un aspecto que, en general, los hombres nos estemos planteando. Digamos que nuestro lugar en el mundo, nuestra posición social, nuestra forma de pensarnos, está cambiando, y sin embargo, encontramos multitud de resistencias para abordarlo. Por supuesto, invertir en programas educativos que fomenten el valor de cada persona es invertir en un futuro en el que podamos desarrollar nuestras potencialidades, alcanzar a ser mejores. Pero no es la tónica general. Más bien al contrario, el fortalecimiento de un modelo que fomenta la desigualdad prima que las personas naturalicemos la desigualdad. No sólo en la dimensión del género, pero la peculiaridad es que este aspecto atraviesa todos los demás.

5. Vamos a utilizar una expresión que viene al caso para este tema: “Con el patriarcado perdemos todas y todos” ¿Qué se están perdiendo los hombres desde esta ideología?

Cuando un hombre no es capaz de reconocerse a sí mismo sino desde los ojos de una mujer, cuando la belleza se asocia tan simplonamente, por poner un ejemplo, solo al cuerpo de las mujeres, el hombre está perdiendo la posibilidad de ser.

Desde otro lado, el patriarcado nos impone un molde específico, homogéneo. Pues así el hombre, como persona, como parte de la especie humana, pierde parte de su singularidad. Alcanzar a ser. Alcanzar, por ejemplo a indagar sobre sus sentimientos, sobre su lugar en el mundo, sobre sus potencialidades, es algo que pierde. Y aún más claramente, no reflexionar sobre el patriarcado, le impondrá sin duda, establecerse él mismo, en una lógica de dominación, una especie de esclavitud en la que dominar y ser dominado es el ADN de su forma de estar en el mundo, de relacionarse. Por supuesto, el capitalismo se engarza básicamente con esta ideología, la lógica del capital se asienta en la diferenciación entre poseedores y desposeídos.

6. Pareciera que las mujeres hemos avanzado históricamente en la construcción de nuestra identidad, en la reivindicación de nuestros derechos y libertades. Los hombres aparentemente han quedado más rezagados, cómo con cierto grado de desubicación, sin llegar a los extremos violentos, ¿Necesitarían también una revolución, en el sentido más amplio de la palabra, para dotar de sentido y contenido a lo que podríamos llamar una nueva masculinidad? ¿Qué significaría eso para ti?

Representaría la paz. Saberse en una tradición guerrera, sangrienta, de hombres que violan, matan y profanan impunemente en guerras, conquistas, y ultrajes no es algo de lo que podamos sentirnos orgullosos. Creo que en general vivimos en una etapa en la que es muy frecuente no reconocer nuestro propio poder, y por supuesto ello conlleva una dificultad para afrontar los cambios, sin embargo, como dice la canción de Mercedes Sosa, todo cambia. Sí, las mujeres habéis liderado un cambio muy importante que conlleva ver el mundo de otra manera, y sí, yo al menos siento que “me han corrido el piso”, los elementos más básicos que me debían configurar como hombre están ahora, en este entorno, en cuarentena, no me sirven para relacionarme tranquilamente, ni con ellos ni con ellas. Así que sí, hay un elemento de profunda transformación en mi forma de establecerme como hombre en el mundo. Como hombre orgulloso de ser hombre, dichoso y agradecido, pero también en proceso de cambio. Con poder para ello además. Salirse del esquema que me precede, colectivamente junto a otros hombres, es algo que deseo y que he tenido la oportunidad de hacer en algunas experiencias, y sí, creo que podemos entender que como proceso que transforma radicalmente nuestra relación con nosotros mismos y en nuestras relaciones es algo revolucionario.

7.  Hay informes alarmantes desde diversas organizaciones e instituciones, sobre el machismo existente entre los adolescentes y que afecta por igual a chicos y chicas. Este fenómeno, que supone en sí mismo un retroceso, ¿A qué es debido?  ¿Deberíamos pensar que hay algo que las generaciones anteriores no estamos haciendo bien?

Habría que preguntarse desde cuando hemos empezado a tener mediciones de este tipo, quizás es algo reciente, quizás es algo que nos empieza a interesar desde hace no tanto. Recordemos nuestra historia, recordemos que en nuestro inconsciente colectivo aún están las mujeres necesitadas del permiso de sus esposos para abrir una cuenta de banco, o de la ignominia de mujeres acusadas de abandono familiar por la inexistencia del divorcio. Aún hoy en día, muchas mujeres se ven atrapadas en la trampa de no poder ser independientes económicamente... No voy a ser complaciente, pero este proceso de transformación que estamos vivenciando va a encontrarse muchas resistencias, de hombres y de mujeres. El patriarcado es un sistema que domina nuestra forma de entendernos en el mundo, y por supuesto, nuestra forma de criar a nuestras hijas e hijos.

8. Por último ¿Alguna reflexión o algo que quieras decir antes de terminar la entrevista?

Hace unos meses, escuché de la doctora María Fuertes la expresión de que estamos cambiando de era, de que estamos alcanzando la época de las personas y que también, si nuestra forma de habitar este planeta no nos lleva a la extinción por explotarlo irresponsablemente; también abandonaremos esta era de las personas y alcanzaremos otra en la que reconsiderarnos como especie, como especie humana. En todo caso, en ésta, la que vivencio junto a ustedes en este tiempo y en este espacio, necesitamos dar un paso más. Y ese paso conlleva sabernos con poder, sabernos completos, sabernos maravillosos, sabernos frutos de una naturaleza de la que formamos parte, y sabernos fuertes para superarnos. Hombres y mujeres: no coloquemos nuestros límites en un lugar demasiado cercano, lleguemos a éstos ciertamente, junto a otras y otros y veremos que hay mucha mierda que llevamos encima y que se camina más a gustito, que se respira mejor, sin llevar losas a cuestas, abandonemos formas de ver el mundo compartimentadas, simplemente somos únicos y únicas. Tenemos valentía suficiente para reconocerlo. Nadie tiene que decírnoslo, es así y punto.

Mujeres en Tetuán, agradece a Ramón Ferrer Prada su participación en esta entrevista.





 
 



 

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